domingo, 21 de marzo de 2010

La sublime y lastimosa pérdida de un Don


Antonio García Barbeito (Foto Diario de Sevilla)

Aún resuena el eco de los aplausos en el Maestranza. Apenas hace unos segundos que se diluyó en susurro el sonido del himno. De mi himno. Del que, aunque cada vez sean más los que lo nieguen, aún es nuestro himno. Todavía queda el runrún de la comidilla, de los comentarios, del intercambio de pareceres. Ahora empieza lo que manda el guión. La crítica. Lo positivo y lo negativo. Lo bueno y lo malo. El redicho del gusto y el disgusto. Pero para eso están los colores. Que cada uno diga lo que le ha parecido.

Para mi, bueno, magnífico, a partes genial, en partes difuso. Heterodoxo, a veces profundo, otras superficial. Por momentos ha parecido ambiguo, sin embargo siempre directo. Muchas, muchísimas cosas claras, otras para entenderlas entre lineas. Personal y distinto.

Tal vez, pudiese interpretarse así, respondiendo a una teología muy pero que muy personal. No se ha basado en lo efímero de una fiesta, sino en lo que permanece en el alma. En la de cada uno. En la de cada cual. Pieza literaria con un fondo para reflexionar. No sé si marcará un antes o un después. Pero no lo duden, ha sido y tal vez será siempre diferente.

Para perderse en la palabra, para recostarse en la tonalidad de la voz. La frase justa, el adjetivo adecuado, el verbo al pelo. Una religiosidad propia traslucida a la letra exacta. Recreación de la voz en la palabra. Valentía personal en un pregón intimo.

Más que arte, es reto sublime saber cómo hablarle a Dios de Tú. Prescindiendo de la reverencia. Con la misma sencillez del que lo hace con un amigo. Y él lo ha hecho. Seguro sin molestarlo. Porque cuando se va con el corazón en la mano y la sinceridad por bandera. Cuando se va con la cuchilla de la soberbia y de la vanidad enterrada en la memoria, nadie, siquiera El puede molestarse. García Barbeito, salío con toda la modestia y humildad por la puerta grande de un coso en el que algunos ya lo esperaban con las uñas afiladas dispuestos a desgarrarle toda la piel de la que el sólo se ha desnudado. Porque a esos que lo criticaban sin oirlo, que lo fustigaban sin escucharlo, ya les digo yo que hoy en el Pregón de la Semana Santa de Sevilla se ha hablado de Dios. Muy mucho. Más que nunca. A lo mejor más que siempre.

Lástima, que no lo hubiese expresado mejor en las visperas. Una pena que algunos no lo hubiéramos entendido. Muchos han pensado, han sacado erroneas conclusiones de una forma de entender la religiosidad de tan peculiar manera. Han sido enredos de dimes y diretes. De verdades sacadas a medias. De análisis de entrevistas en superficie, nunca en las profundidades de su verdad. De la verdad de la persona. De la propiedad de una forma de entender la vida. De una forma de ser bohemia y peculiar.

Lástima que para muchos. Para los críticos de foros.  Para los más papistas que el Papa. Para los que no han esperado a escucharlo hablar de Dios, de su Dios, de nuestro mismo Dios. Para los que no se meten la mano en el pecho. Los que condenan sin juicio. Lástima que para algunos que lo tenían por Don Antonio García Barbeito, por opinar sin escuchar, a partir de ahora lo tengan sólo por simplemente Antonio.

1 comentario:

  1. Para mi ha sido un Pregón maravilloso, impresionante, sin fisuras, directo, elegante, literariamente impresionante, y quién no lo haya entendido y por ello lo critique, quizás...debería plantearse algunas cosas.

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