martes, 26 de octubre de 2010

Réquiem por un pulpo





No me lo esperaba, la verdad. La noticia ha sido tan luctuosa como inesperada. Me ha pillado tan de sorpresa que al leer los periódicos no terminaba de dar crédito.

Cómo diria aquel; españoles, españolas, Paul ha muerto. Y con él se nos ha ido (al menos a mi) un trocito de mi alma. Ya sé que es difícil explicar. Que tal vez les parezca un tio raro. Pero no puedo negar que tan singular ser tendrá a partir de ahora un hueco en mi memoria. Tendrá un sitio en mis recuerdos. Cada vez que vea un ejemplar de su especie sé que algo me hará pensar en él y en su peculiar faceta. Ya nada será igual cuando mis ojos se posen en alguno de sus congeneres. Ya no me sabrán igual sus lejanos familiares cuando homenajeándome trate de engullirlos y saborearlos. Ya sea en aliño, escabechados o a la gallega. Incluso a lo mejor me lo pienso antes de hacerlo.

Para algunos fue reina por un día. Para otros tal vez, su corto reinado se convierta en la nostalgia de tiempos pasados. Quizás, los que más, a fuerza de repetir victorias no se acuerden siquiera lo que en su momento representó. El caso es que nuestro sin par amigo, con menos cuentos que los que nos venden esos afamados videntes, acertó en sus contadas predicciones más de lo que ellos mismos han hecho en toda su carrera. Sus revelaciones fueron seguidas por millones de personas de todo el mundo y sus actuaciones incluso llegaron a ser televisadas en directo.

Este cefalópodo ha llegado a tener más credibilidad en sus visionarias comilonas de mejillón, que cualquier tarotista de tres al cuarto de esos que pululan por la selva televisiva. Sus geniales y seguidas apariciones públicas bien le hicieron merecer remedos e imitaciones. Así y como por arte de magia, gran parte de la fauna quiso tener un personaje de la misma magnitud y le salieron competidores  de insospechadas razas animales.

Por siempre, aunque las generaciones venideras no lleguen a saber de su existencia, aunque el paso del tiempo silencie lo que alguna vez llegó a significar, su nombre quedará unido al de nuestra selección y al de la consecución de nuestro primer mundial de fútbol. Paul, no sólo fue un pulpo sino todo un símbolo. Y tal vez fuera el ser que más confianza tuvo en nuestro combinado nacional.

Es cierto. No es normal, pero a veces la naturaleza nos sorprende con este tipo de seres. Son cosas que pasan. Ahora sólo me queda agradecer la poca o mucha felicidad que llegó a otorgarnos y la esperanza que nos infundó. Por momentos nos hizo olvidar parte de nuestros problemas y centró toda nuestra atención. Sirvió de diana para los dardos que le lanzaron los incrédulos. Fue defendido por los que creyeron en él. Se convirtió en el objeto preferido por la moda de frikis sin remedio.

Por todo ello, sirva este post de recuerdo y honra a nuestro peculiar amigo. Sirva como homenaje al Nostradamus del agua y el mejillón. Al octópodo más mediático jamás conocido.  A ese pulpo que un día se gano nuestro corazón. Así, ahora que ya le llegó el momento y cambió esta vida por otra. Sólo me queda su recuerdo y un sencillo deseo.

Descansa en paz, Paul.

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