martes, 12 de octubre de 2010

De nuevo, Valme.


Foto: Arte Sacro


Llegará el domingo y su luz será plegaria. Los colores de la seda se harán versos y un bello amanecer su más grande iluminaria.

Volverá la mañana de mi pueblo. Sus gentes serán su fiel infantería. Y sus pasos oraciones infinitas ahogando el desconsuelo. 

Vendrá  de nuevo la alegría. Una promesa que ya se sabe que es conquista. Una soledad  que siempre es compañia.

Un cante y un baile, una dulce locura. Un desaire a la tristeza. Una luz que señorea y que no devuelve la ingrata cordura.

Una carreta y un lento caminar. Nobleza de castillos y leones. Flor de lis abierta. Cohetes de ensueño en un alegre despertar.

Música por pasodoble y ecos de sevillanas. Fragancias de octubre y olor a nardo. Palmas y clamores. Repiqueteos de vivas al compás de las campanas.

Maravilla sin par, de inigualable belleza. Madre perfecta, Virgen Bendita, Santa María. A la que Dos Hermanas siempre le reza.

Eternamente proclamada ¡guapa y bonita!. Todo el mundo a sus pies se pliega en halagos y alabanzas, cuando a Cuarto va al cobijo de su Ermita.

Un Rey que se arrodilla. Que postrado ante su Reina, embelesado la admira para una y mil veces volver a conquistar Sevilla.

Todo es poco para tan leal Protectora. Para la grandeza de su Don. Para la madre de Dios. Por ello y todo, por siempre y jamás ¡Váleme Señora!

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