martes, 20 de abril de 2010

¿Quién guarda las piedras?



Estaba la multitud furibunda, desatada, rasgándose las vestiduras y aprovisionándose de piedras para lapidar a María Magdalena. Su error era haber practicado la prostitución, profesión que a pesar de ser ya por entonces la más antigua del mundo era delito penado con la muerte a pedradas. Llegó Jesús y dijo a la muchedumbre "el que esté libre de culpa que tire la primera piedra", y cómo si dichas palabras hubiesen sido agua que filtra la permeable sensibilidad del hombre, el gentío se disgregó pacificamente sin atacar ni dañar a la meretriz.

No es precisamente la clase política actual muy amante de la reflexión y mucho menos si dicho acto reflexivo sobreviene de alguna historia sagrada, pasaje bíblico o algo que tenga tufo religioso. Tampoco es que sean muy amantes de la aportación que pueda brindarle espiritualmente cualquier proverbio ya sea este, chino, árabe, japones, indio o del lejano oeste y que puedan ayudar a la mesura de sus acusaciones. Es más bien, un conjunto que lejos de meterse la mano en el pecho y ser capaz de autoanalizarse, de recapacitar, de reconocerse a si misma, prefiere mantenerse en el error, en el fallo y a ser posible en la situación de ataque constante. Son tan avezados combatientes, con una vista a la que no hace falta mira telescópica, que son capaces de ver la paja en el ojo ajeno. Sin embargo, son tan pobres, tan miseros, tan cortos de conciencia que tienen tan mal sentido del tacto que no son capaces de notar la viga en el ojo propio.

Son capaces de estar reprochando días, semanas, meses, años, lustros, décadas, al contrincante los errores, fallos, faltas, delitos cometidos. Reclamando que se haga justicia por todo lo perpretado por su rival. Son tan arrogantes, tan altivos, con un halo de superioridad tal que no son capaces de mirar hacía sus adentros y ver toda la mierda que llevan dentro.

Que miren a su interior, que no exijan tanto al prójimo y tomen medidas para si mismos. Unos atacan con la Gürtel otros responden con Filesa. Unos golpean con Palma Arena, otros se defienden con la Operación Poniente. Unos llevan dentro el resentimiento del pasado, otros sacan el provecho del presente. La meta, el fin, es el poder. El medio, la instrumentación para conseguirlo, da igual.

Y en estas, España sigue manejada por vividores y nuevos ricos, titiriteros de medio pelo y trovadores de la mediocridad. Seguimos siendo un pais corrupto, en el que paga el plato el habitante de base, el aborregado personal portador del voto activo. Más cercano de lo que parece al norte de Africa, más parecido de lo que nos creemos a esos paises hermanos dominados por próceres bolivarianos. No deben extrañarse, no creo que lo hagan, de ser considerados como uno de los principales problemas del pais (el tercero según las encuestas). Pero si por fín, se autoexaminan y recapacitan sobre su comportamiento, sobre sus actuaciones, sobre las situaciones que están creando, sobre los embolados en los que nos están metiendo, tal vez algún día respiremos. Nos sintamos tranquilos al notar, al percibir, al saber a ciencia cierta que se han guardado las piedras y que aquel que corre para tirarlas, para arrojarlas es porque da ejemplo y por ende está libre de toda culpa.

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