sábado, 10 de julio de 2010

Nuestro amigo Paul




Hace sólo unas semanas que se de su existencia y sin embargo parece que lo conozco de toda la vida. Se ha inmiscuido de tal manera en nuestras vidas que ha pasado de ser un simple bicho a ser casi como de la familia. Su forma de ser ha llegado a calarnos de tal manera que ya ¡por fin! lo aceptamos incluso como animal de compañía. Nos ha ganado a todos incluso a los más incrédulos. 

Ha copado primeras páginas de los periódicos más importantes del mundo. Ha abierto programas radiófonicos nacionales e internacionales con su presencia. Ha sido portada de informativos de interés general en todo el orbe. Increible pero cierto.

No hemos podido pasar sin saber de sus vaticinios. Hemos esperado impacientemente cuales eran sus predicciones. Y a base de aciertos, siempre a nuestro favor, se ha ganado a pulso las simpatías de propios y extraños. Y es que desde su morada, allá por un hasta hoy desconocido y lejano acuario de tierras germanas, este pequeño ser se ha empeñado en hacernos creer que vamos a salir victoriosos. Que vamos a ser los próximos Campeones del Mundo de Fútbol. Ahí es nada. Se ha obstinado sólo a base de comer mejillones en pronosticar que España será la vencedora en el mundial. Sus vaticinios tienen a día de hoy más fiabilidad que los de los cualquier gran brujo o vidente de los que existen en nuestro pais. Ha nacido un nuevo Gustavo Acebes, un nuevo Rappel, una nuevo Pepe, una nueva Aramís, una nueva Lola.

Su nombre es Paul y es sólo un pulpo. De momento gana en popularidad a cualquiera de los anteriormente nombrados. Sirva como referencia que las búsquedas de su nombre en la red y especificamente en buscadores como Google han subido un 280% en los últimos días, estando por encima incluso de las de Puyol, jugador que al fin y al cabo nos ha dado el pase para poder disputar la gloria. De repente y dada la infalibilidad del octópodo parece que ha surgido una nueva estrella.

Su lugar de trabajo se ha convertido en lugar de peregrinación y las visitas para ver de cerca a tan mediático ser se han multiplicado. Sin embargo, toda la fama acumulada en tan poco tiempo puede irse al garete si la intuición del simpático cefalópodo falla. Toda su popularidad se irá por la borda si este singular adivino no atina en su última predicción. Será entonces cuando alguno de nosotros tan dados a la desmemoria histórica pidamos la cabeza del bicho. En este caso pocos serán los que defiendan su indulto y muchos los que desearán verlo o mejor probarlo hecho picadillo o trinchado a la gallega.

Yo sigo confiando en Paul, no sé si es que se ha llegado a ganar mis respetos o que saca la parte más interna de mi ser y quiero creer en él tan sólo por superstición. Me repito una y otra vez "es sólo un pulpo", pero al momento aflora en mis pensamientos "si un pulpo que ha acertado más que fallado". No existe raciocinio. No puedo pensar que es que sólo le llaman la atención  los colores de las banderitas que nos señala como ganadoras de cada choque cuando se come el mejillón. No quiero ni imaginar que no exista una probabilidad que le confiera algo de veracidad a lo irracional de su conducta. Por eso, ayer cuando señaló la bandera de nuestro país, la de España,  suspiré tranquilo y pensé que mi amigo Paul, nunca me engañaría.

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