sábado, 12 de junio de 2010

No, por dignidad.





Fue una contestación breve. Escueta. Simple pero cargada de fuerza. Una negativa rotunda. No. Eso es lo que respondió. A ello añadió una coletilla. Una corta explicación. Un razonamiento posterior también sencillo en el que se hallaba implícita la lógica postura de un doliente. Por dignidad. Ese fue el añadido.

La pregunta se la hice a un buen amigo. Funcionario. Curtido en la lucha entre libros y apuntes para llegar adonde ahora se encuentra, para vivir de su trabajo, para tener lo adquirido, para conseguir logros y metas, para enseñar lo aprendido. Fue el lunes por la noche, en un mal sitio para encontrarse. ¿Mañana harás huelga, verdad?. Esa fue la cuestión.

No me lo esperaba pero la reflexión posterior adquiría toda la razón del que se encuentra atacado. Del que está pagando los platos rotos de una situación que no ha producido. Del que es reprendido sin culpa. Del que es continuamente observado. Del que siempre habrá una queja, un dardo al que lanzar, un reproche al que dirigir. Me comentaba que con la que está cayendo, no se planteaban ir a ningún tipo de huelga. Que asumía el hecho de ser cabeza de turco, pero no el centro de la diana al que se dirijan injustas críticas. Está la cosa como para que los funcionarios vayamos a la huelga, me venía a explicar. Si la secundamos, continuaba, siempre nos achacarán que sólo la hemos seguido cuando se nos ha tocado el bolsillo, cuando se nos baja un salario que nos pertenece y no cuando se anunciaban despidos, cuando crecía el desempleo, cuando se disparaban los parados.

Y me convenció. Ahora no es el momento. No es el momento de que se experimente con ellos la reacción social sobre una posible huelga general. No es momento de que sean la gaseosa con la que se práctiquen supuestos paros futuros. No es el momento de seguir el dictamen de los que se pliegan a subvenciones y parabienes. De seguir el ritmo de los que no tienen salida. De bailar al son de los que en vez de defender el empleo se escondían tras velos cubiertos de euros. De los que plantean represalias en contra de los que le dieron de comer por lavar su imagen ante una sociedad que los ha pillado con el carrito de los helados.

No, no es el momento. Ni de huelgas parciales ni mucho menos generales. Ahora no. Ahora y dada la situación a la que hemos llegado, en la que nos encontramos inmersos, en la que nos han metido unos y otros, en la que todos estamos embarcados, sólo queda que todos rememos en la misma dirección. Lástima que siempre sean los mismos, los curritos de a pie los que carguen con la mayor parte del esfuerzo, mientras los capitanes del barco se empeñan en utilizar brújulas que llevan al puerto equivocado. Que nos pierden sin rumbo. Es hora de apretar los dientes, de fajarnos en el trabajo. Y si llegase el momento en el que nos ofrecen parar, en la que se nos ofrece ser moneda de cambio, de ser las armas arrojadizas de intereses sectarios, creo que deberíamos gritar desde nuestro banco de labor que ahora es cuando todos debemos arrimar el hombro. Que no estamos dispuestos a seguir dejándonos engañar. Ahora, lo peor que nos puede pasar tal y como está la economía, tal y como está el patio, tal y como es el problemón que tenemos es ir a un paro, a una huelga general confundidos por los magos del eslogan, por los reyes del mambo, por los veladores del trabajo y que no dan palos al agua. Digamos alto y claro: Ahora no. Ahora no es el momento. No, por dignidad.

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