sábado, 22 de octubre de 2011

¿Qué nos está pasando?




¿Qué diablos nos está pasando?. La verdad es que no lo entiendo. No puedo llegar a comprender a los extremos a los que estamos llegando. Por más que lo intento, por más que procuro, por más que me esfuerzo...

Vaya por delante que creo y siempre he creído en la bondad del ser humano por naturaleza. Un ser humano que alcanza la vileza y la maldad conforme va desarrollándose. No la trae genéticamente intrínseca. No es un elemento seriado en nuestro ADN. A lo mejor. Probablemente me equivoque. Seguramente habrá estudios de prestigiosas universidades que me contradigan. Mientras tanto no me lo creo.

Sin embargo existen hechos, muchos hechos, demasíados hechos que me hacen dudar de lo que arriba afirmo. Multitud de actos humanos. Innumerables. Incontables. Numerosísimos hechos diarios que además cuentan con etiquetas incalificables. Tal vez, ¿execrables?, ¿violentos?, ¿crueles?, ¿dolorosos?, ¿bárbaros?... No encuentro, sinceramente, ningún calificativo que así lo pueda describir.

En el post anterior, me refería al comportamiento y acción de un profesor egipcio con una "peculiar", por no decir lamentable, forma de tratar y formar a sus púpilos. Tal vez me referí a ello, desde la rabia que me provocó ver su metodología, de una forma lamentable e injustificable. Lo lamento. No era mi intención. Era lo que sentía.

En esta ocasión también quiero expresar lo que siento. Pero a diferencia de la vez anterior, ahora no consigo adivinar cual es ese sentimiento. Quizás, tras varios días, el más aproximado sea el de tristeza y el de la impotencia. A lo mejor es desolación. Pero no lo adivino con exactitud. ¿Quién no ha visto estas imágenes?. Una niña atropellada. Arrollada dos veces. Tirada en el suelo. Abandonada. Desangrándose. Vehículos y transeuntes. Nadie repara en ella. Nadie la mira. Nadie la atiende. Nadie la ayuda. Es más. La ignoran cuando casi la pisan. Pasan de ella como si de una vulgar caja de cartón fuera.  

Hoy me enterado del final de la historia. Y colorín colorado. No ha sido feliz. La pequeña ha fallecido. Ha muerto. Caput. Hasta doce personas. Si ¡doce! pasaron a su lado. Nadie la auxilió. Nadié reparó en ella. Nadie se dió cuenta. Nadie la vió. ¡Venga ya!. No me lo creo. Ahora los lamentos. Ahora la pena. Ahora el llanto y el desconsuelo. Ahora bien nos merecemos al menos una reflexión. ¿Por que hemos llegado hasta este punto? ¿Esto es lo que nos duele el bienestar conjunto de la sociedad? ¿Así es como demostramos interés por los demás? ¿Tan ocupados estamos? ¿Tan alienados estamos con nuestras cosas? ¿Tan poco tiempo tenemos para dedicarlo a ayudar al prójimo? ¿Hay que esperar a que a que alguien muera así para preguntarnos lo anterior? ¿Eso es lo que valemos?  ¿Donde está la caridad? ¿Donde queda la solidaridad? Probablemente tenemos lo que nos merecemos.

La tierra sigue girando y nosotros con ella. De nuevo ha salido el sol. Volverá a llover, aún cuando nos parezca mentira. Los pájaros cantarán. Seguiremos nuestra vida. Cada uno la suya. Continuaremos con nuestros problemas. Cada cual con los propios. Avanzamos aunque retrocedamos. Viviremos aunque cada jornada nos vamos muriendo. Será el destino. Así está montado el juego. Valemos mucho. Quizás nada. Pasaremos sin pena y sin gloria, puesto que todos terminaremos de igual manera. Son tres días. Hay que aprovecharlos. Pero digo yo que al menos tendremos un momento, un segundo para preguntarnos ¿Qué diablos nos está pasando?. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario