miércoles, 13 de febrero de 2013

 

Seas siempre bienvenida

 
 
 
Aunque no lo creas te estaba esperando. Tan bajito ha sonado tu llamada que parece que no quisieras llegar. Sin estridencias. Casi imperceptible. Sin querer molestar. Aquí estás de nuevo, tocando el aldabón de la puerta de mis entrañas. Vienes distinta. Cambiada. Llegas imbuida en los grises ropajes del tiempo que vivo. Entretelas de lluvia y frío. Oscuras galas que hacen juego con la opacidad de unos surcos de ceniza que en forma de cruz siempre marcan la senda del donde venimos y el adonde vamos (Recuerda hombre que polvo somos y en polvo nos convertiremos ). Y aunque sé que tu visita nunca es perenne, noto que esta vez tu equipaje es más liviano. Que en tu vieja maleta esta vez no hay hueco para los detalles con los que siempre me agasajaste.
 
No te preocupes.Ya me lo imaginaba. Lo presentía pero jamás quise hacerme a la idea. Vienes con la sentencia que marca el Patrón. El que maneja la barcaza en la que se mueve la vida.  Ese que lleva el timón de la nave en la que navega mi sino. Ese al que han de obedecer los buenos marineros en el mar de la templanza y a pesar de fuertes oleajes y duras tempestades. Siempre te esperé con la misma ilusión que hace poco más de un mes llenaba el corazón de esos chiquillos que ansíaban la presencia de unas majestades de oriente. Hoy me visitas con la desnudez de lo superficial. Vuelves desprendida de lo accesorio y de lo banal.
 
Sé que me privarás de infinitos sentires. De anhelos que siempre llenaron mi ser. De ritos y boatos. Me quedaré sin las vivencias que quedan en el recuerdo de lo eterno. En ese zaguán en el que se van acumulando las viejas estampas del un pasado lejano junto a las imaginarias postales del futuro. No habrá paseos fraguando deseos a la luz de la luna. Me quedaré sin la angustia de sentir su Angustia. Sin palpar la delicada tela del costal. Sin ceñirme en la faja del trabajo y el compromiso que se fragua bajo una desnuda parihuela. Ni compartiré ajetreos de Hermandad junto a esos que me muestran su amistad. Y tampoco tendré la cercanía física de aquellos que tienen mi misma sangre. No respiraré aromas de puros y  blancos azahares. No me llenaré de las fragancias que regalan las nubes de incienso. No podré agarrar la mano de esa rubia que adoro mientras despiertos soñamos con la llegada de lo que yo siempre esperé. Ni tendré la oportunidad de explicar mientras vivimos la intensidad de un lúgubre desfile la razón de una muerte de cruz. De nuevo perderé la oportunidad de proclamar públicamente la Fe a la que en estos momentos me aferro y de la que ni quiero ni me puedo soltar.
 
Pero no temas. No te lo puedo reprochar. Asimilo que es un camino que he de recorrer. Que me hallo subido en un tren de largo recorrido. Y percibo que has vuelto para compartir conmigo el ínfimo sacrificio, la diminuta penitencia que cumplo en este pequeño infierno. Estoy seguro de que pesar de todo me ayudarás a soportar la carga. A aliviarme de un  peso que no puedo negar y que a veces me vence. Y que tal vez juntos consigamos convertir la opacidad de las nubes ennegrecidas que ahora nos cubren en la brillante luminosidad de un traje del color de un cielo azul Sevilla. No me cabe duda. Nuestra convivencia será distinta. Percibiremos nuevos matices. Nos conoceremos mejor. Tal vez  sea más pura. Más íntima. Quizás a partir de ahora nuestra relación sea más fuerte. Incluso imperecedera. Por qué no inmortal.
 
No te quedes ahí, pasa. Tienes las puertas abiertas, fuera hace frío y yo te estaba esperando. Entra en la profundidad de mi corazón. Esta es tu casa. Bien lo sabes, y aunque no hace falta hoy quiero decirte que siempre serás bienvenida a mi alma, amiga Cuaresma.

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